Él lo hizo

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domingo

La unción, el Primer Mandamiento y las virtudes teologales

Sentí:
·         No puedo amar a los hermanos como amo a Dios.
·         Si no amo a los hermanos no voy por buen camino…
Escuché:
·         No puedo amar a Dios porque no es tangible para mí, pero puedo amar a los hermanos.
·         Hay dos caminos para cumplir los mandamientos, amar a Dios y por ello llegar al amor a los hermanos y/o amar a los hermanos amando en ellos a Dios. El primer camino es, quizá, más complicado.
      Una pequeña  o gran “luz” en la vida diaria:


·         La Unción ayuda a cumplir el Primer Mandamiento y, con él, toda la Ley.
En la Iglesia decimos como Primer Mandamiento de la Ley de Dios: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”
En el Catecismo encontramos:
“Maestro, ¿qué he de hacer...?”
2052 “Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?” Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como “el único Bueno”, como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”. Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 16-19).
2083 Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’ (Mt 22, 37; cf Lc 10, 27: '...y con todas tus fuerzas'). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor’ (Dt 6, 4).
2086 “El primero de los preceptos abarca la fe, la esperanza y la caridad. En efecto, quien dice Dios, dice un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel, perfectamente justo. De ahí se sigue que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en El una fe y una confianza completas. El es todopoderoso, clemente, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en él todas sus esperanzas? ¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura que ha derramado en nosotros? De ahí esa fórmula que Dios emplea en la Sagrada Escritura tanto al comienzo como al final de sus preceptos: ‘Yo soy el Señor’” (Catec. R. 3, 2, 4).
La fe
2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la ‘obediencia de la fe’ (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el ‘desconocimiento de Dios’ el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en El y dar testimonio de El.
2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu.
2089 La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’.
La esperanza
2090 Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder plenamente al amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.
2091 El primer mandamiento se refiere también a los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción:
Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a sus promesas - y a su Misericordia.
2092 Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito).
La caridad
2093 La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por El y a causa de El (cf Dt 6, 4-5).
2094 Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas.
 No sé, Señor, qué quieres decirme con esto; no sé cómo la unción ayuda a cumplir tus mandatos.
“La viuda que entrega todo lo que tiene, no lo que le sobra”
“Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha  echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.” (Mc 12, 43 – 44).
Y asoman por mi mente ”el hombre rico” que cumplía los mandamientos y al que sólo faltaba desprenderse de todo y se entristeció y “la recompensa prometida al desprendimiento” cuando lo apóstoles recuerdan que han dejado todo para seguirle, “la mano en el arado”…
Para amar a Dios sobre todas  las cosas, es imprescindible dejar todo, incluso dejarse a uno mismo, no volver la vista atrás, sin anhelos, aunque, si amas a Dios de verdad sobre todas las cosas, y caminas en su busca, siempre le anhelas a Él.
¿Qué hace la viuda? Entrega todo lo que tiene. ¿Cómo es posible que no reserve algo para vivir? ¿Qué le mueve a ella que no me mueve a mí?
La confianza plena en Dios.
Sólo puedes amar a Dios si crees y confías plenamente en Él como Padre y Creador tuyo. Una entrega total de todo. Un poner en sus manos tu vida diaria. Un poner en sus manos tu sufrimiento, ofreciéndolo por amor.
Cuando la unción es verdaderamente entendida, solicitada, suplicada por el enfermo,  es porque se ha sentido amado por Dios y, como ser amado por un amor indescriptible, quiere amar de la misma forma y se ve incapaz de ello porque es un amor que no es de este mundo.
Reconocida su nada, su pequeñez y sentido tan grande amor, quiere amar hasta tal punto a Aquel que le ama, que el mundo en realidad ya no importa nada. Ese amor que te hace vivir en la “luna”  que busca, que espera, que anhela, que desea, al que quiere llegar y no puede. Escondida tras una ventana, queriendo sólo ver al amado, de puntillas, metiéndote donde no debes, esperando su voz, su voluntad y no queriendo por nada defraudarle.
Entonces entregas todo, tu vida, tu amor, lo que era más importante para ti, tu familia tus hijos y esposo pierde su sentido, volver a recuperar su lugar será difícil, pero Dios te ayudará. Así entregada la vida, con ella el sufrimiento. Por amor lo vivo Dios mío, tú lo quieres o lo permites por mi bien por mi purificación para que pueda llegar a ti y por eso lo amo. Pero sola no puedo, ayúdame a  entregarte mi amor a través de mi dolor, dame fuerzas, consuélame y haz que otros aprovechen de la forma de vivir mi sufrimiento, que, sin decir nada, puedan ver que es por amor a ti por que no tengo miedo, por quien soporto, por quien amo mi dolor.
La simple petición de una unción sincera, es amar a Dios sobre todas las cosas, no pongo mi enfermedad en tus manos para que me cures, no, la pongo porque sé cómo me amas, porque te amo como puedo amarte y mi sufrimiento, mi vida, mi tiempo es lo único que puedo ofrecerte y aún así tú me lo has dado para que yo te lo de. Te lo puedo devolver vacío, a medio llenar o pleno, como tu lo quieres pero no sé. Te amo, creo en ti, confío en ti y espero en ti, haz de mi lo que quieras, sin tristeza, con alegría, con amor, con paciencia, todo ello me lo da la unción. Me ayuda a cumplir el primer mandamiento porque me muestra el amor de Dios y me hace que lo ame hasta olvidar mi  sufrimiento, siendo este un regalo para mi amado.
Recibida la unción y vivida desde la experiencia puedo decir que aumentó mi fe, mi esperanza y mi amor a Dios y a los hermanos para los que sufro, ahora, con amor.

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