Él lo hizo

Él lo hizo

lunes

Escritos recogidos en oración


27 de octubre de 2010 ante el Sagrario

Tú quieres, Señor, que escriba sobre la unción. Tú me has dado a conocer este sacramento en mi vida y de muchas formas. Me instas, me urges, desde hace tiempo, “¡Has de hacer algo por la unción!”. Desoigo tus palabras, tu voluntad porque no sé qué quieres que haga.
Hoy me pongo ante ti, en este rato que Tú me concedes, fuera del mundo, cerca de ti, ante tu Altar, delante del Sagrario, libre de prejuicios sobre la unción, ni positivos ni negativos.
Despeja de mi alma y de mi corazón cualquier otro pensamiento. ¡Ayúdame Abbá a escucharte sólo a ti, escribiré lo que quieras.
Madre, acompáñame en estos momentos, de tu mano no tendré miedo, Tú me puedes guiar una vez más.
Tomo tu mano, Madre, Tú me la ofreces, vamos allá, allí me llevas, al fondo de mi corazón a la presencia del Señor.
Espíritu Santo ilumíname en este nuestro lugar, la estancia de mi descanso, mi instrucción, mi consuelo, de la fuente de mi vida y mi energía.
Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, soy pecadora.
Pudo ser en una catequesis o para ella; tendría que explicar el sacramento de la unción. ¿Cómo explicar a los niños algo que a mí misma me producía temor?
El texto muy duro, incomprensible para mí.
La Guía del catequista, algo más, pero inasequible.
Pienso en saltarlo por encima.
Ocurre lo ismo con otras catequistas. La que no tiene duda se refiere a la extremaunción, cerca de la muerte.
Aún así, los niños no entienden el perdón de Dios, a través de la unción, en los asesinos, terroristas o “malos”.
Busco en el Catecismo, medito a luz de los textos, busco el origen de la Unción en el Evangelio, su instauración por parte de Jesús, pregunto “¡sólo en Santiago!”
Lo dejo.
Quizá empecé a comprender cuando seguí buscando par la catequesis de confirmación, estos muchachos no se iban a conformar…
Entonces el Señor me iluminó en cuanto a la unción con su Pasión, ¡tantas veces cuestioné las palabras de Pablo: “completar en mi carne lo que le falta a la Pasión de Cristo”
¿Qué le falta?, preguntaba. Nada. No tengo nada que completar porque nada le falta.
Muchas meditaciones y mucho tiempo más para comprender el significado del sufrimiento, su sentido en esta vida, en nuestro peregrinar errabundo y torpe por este mundo.
Muchos tropiezos, muchas quejas, mucho éxodo, mucho Moisés, mucho paralelismo…
En ese momento no me dispuso el Señor a alcanzar a más o quizá te rechacé, rechacé Tú propuesta.
Una vez más me conformo con tus enseñanzas, mi curiosidad queda satisfecha.
Llega el dolor profundo, la depresión, años después, subidas, bajadas, sufrimientos, enfermedades propias, familiares, primera experiencia de ti en el dolor, terrible reconocimiento del camino equivocado, me muestras Abbá, que ni siquiera me acerqué. Tú a mi lado, yo apoyada en ti, Tú sosteniéndome, no necesitaba más, no quería saber más.

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